Y Probé a ser IMvencible

Triatlon.

martes, agosto 01, 2006

Como siempre estaba solo. Rodeado de objetos, sumergido en mil historias de un único personaje. Inmerso en un vacío que me llena profundamente. La mente, el pensamiento, la razón son sólo eventos que mezclamos creyendo que son diferentes aspectos de una misma cosa, cuando se repelen como el agua y el aceite o el hombre y la mujer, el padre y el hijo. Emulsiones que sólo se mezclan si están en contínua agitación, que se separan si no se miman en con un infinito trato.
Estaba solo y dije: "¡He de plantearme un nuevo reto!. ¡Tengo que hacer algo que dé un nuevo impulso a mi día a día!."
¿Qué hago?. ¡Joder, siempre la misma duda!. He decidido entrar en crisis y ahora no se hacia donde llevar este punto de inflexión.
¿Me busco novia?. ¡Leches!, si estoy casado!, ¿qué novia me voy a buscar?. ¿Cambio de religión?. ¡Qué pereza!, otra vez a estudiar y demostrar que somos buenos practicantes. Definitivamente no. Ese no es el camino.
Ahora que recuerdo, ¡si yo era atleta!. Digo era, pues tres meses de perra vida han dejado mi cuerpo como el de un putero irredento. Otra vez no puedo abrocharme los pantalones y bebo cerveza como cualquier hijo de la de la isabelina Gran Bretaña. Pues ¡ya está! me lanzo a la aventura del triatlón de larga distancia, más bien de largísima distancia. Los alemanes de Roth, allá por el mes de junio del 2007, si las fuerzas del mal no lo impiden me verán debutar y cerrar mi carrera triatlética en el mismo acto, doble fiesta para una sola actuación.
Este relato no va a ir de entrenos, tiempos, ejercicios y todo eso que nos enloquece a los que nos creemos atletas, o más bien como he oido a algún compañero, "víctimas de la vida sana". Este historia quiero que sea el diario íntimo de un tío que quiere llenar su vida de cosas insustanciales, problemas que no lo son pues da igual solucionarlos que no. Es el diario de una persona que sólo quiso tener problemas con ella misma para no quedar en deuda con nadie, no dejar a ningún enemigo y sobre todo no defraudar a persona alguna.
Primer día:
Se lo digo a mi mujer. Se descojona, me hace una relación de todos y cada uno de los problemas que conlleva mi decisión. Estoy gordo, no se nadar casi nada, no tengo bicicleta y obvia el mayor de todos, aunque lo piensa, no tenemos dinero para gastarnos en esas chorradas. ¡Cómo me gustaría poder poner entre los agradecimientos a mi "santa"!, pero va a ser que no, que no me va a ayudar ni una "miajica".
Se lo digo a mis hijos: El mayor dice que me ahogaré en el trozo que va desde la orilla a la línea de salida. El muy cochino, es triatleta (de él he cogido la idea) y dice que se viene conmigo. Espero que sea verdad, pero ya ha demostrado suficientemente su inconstancia. No da un duro por mí. Otro que quizás no entre en los agradecimientos finales.
El pequeño, más escueto, lacónico, analítico y sincero me dice: "-¡Mamá no te dejará!, pero aunque te deje, tu sentimiento de culpa por el dinero que vas a gastar te obligará a no ir. Pero si fueras, no saldrías del agua. No sabes nadar".
Recojo todos los buenos consejos, ánimos y demás zarandajas que he recibido de mi "entorno íntimo". ¿Cómo serán los exteriores de mi castillo?. ¿Cuántos enemigos estarán esperando a ver mi cabeza cortada expuesta en lo alto de las almenas?.... Me quito de la cabeza los pensamientos negativos. Me quedo sin ningún pensamiento, ¡joder, rápido un pensamiento, qué la cabeza se me para!. Pillo al vuelo otro, este no es positivo, bueno, me quedo con él, la cabeza vacía es como si los pulmones no tuvieran aire. Te agobias, te asfixias y te mueres. ¡Pues si que empiezo bien!. Me apunto a un curso de natación.
Segundo día:
Decido ir en coche a la piscina sobre las cuatro y media de la tarde. Cuarenta y dos grados del uno de agosto presiden la fiesta. La idea primigenia era que, como no dejan entrar bicis en la piscina, llevaría la máquina infernal en el maletero, entrenaría con ella unos sesenta kilómetros. La volvería a meter en el coche, me metería en la piscina y haría el curso de natación de una hora de duración.
Voy hacia la piscina y un viejecico está a la orilla de la carretera secundaria, ¿existen las terciarias?, pues esa sería mejor la categoría que la definiría, con una rueda pinchada haciendo señales. Resoplando y pensando al mismo tiempo que ya me estaba equivocando detengo el vehículo a unos 20 mts. en el primer lugar donde atino a dejarlo. -"¿Me podrías llevar a Los Ramos?. He pichado y como las ruedas las he cambiado esta mañana quiero que vengan a arreglarlo del taller". ¡Ufff!, ¡menos mal!. Pensaba que quería que le ayudara a cambiar la rueda. ¡Hubiera terminado antes!. Los Ramos no están lejos del lugar, sino lejísimos. Lo dejo. Me da las gracias. Yo pienso, ya he perdido una hora de entrenamiento. ¡Joder, vaya un comienzo de temporada!. ¡Bueno, he hecho la acción del día", ¡soy un buen scout!, me conformo. LLego a la piscina. Monto la bici. Ajusto los automáticos en las calas. Hoy estreno zapatillas. Mejor, hoy me calzo mis primeras zapatillas. El mecanismo, simple como la máquinaria de un botijo, se me atasca. Aprieto y aflojo una y otra vez cada uno de los tres tornillos de cada calapié. Zapas torzidas, me cabreo, me acuerdo del viejo, me acuerdo de la rueda, me cabreo más. No voy a poder entrenar nada, me cabreo. Me acuerdo de mi mujer, de mis hijos, de mi entrenador. ¡Por mis muelas que esto va pa'lante!. Destornillador al bolsillo del maillot, del Mapei, me lo ha dejado mi entrenador, los coulottes son de mi sobrino, están rotos y raidos pero no puedo ir con el "cuentico" a mi señora de que me tengo que comprar unos. Diez kilómetros, me duelen las plantas de los pies. En una redonda un coche casi me atropella. El grito de "¡campeón!", mi educación cristiana no me deja escribir cabrón, aunque si decirlo, se me sale de la boca. ¡Leches, casi tengo que volver a la piscina!. Tiro las botas del infierno en el maletero, guardo la máquina de correr poco, que por cierto se le ha rajado el cuadro. ¡Vaya un día!. ¡Con razón me lo dejo mi sobrino, estaba roto!. Entro en la piscina tan dignamente como me permite mi indumentaria de ciclista de los años 50, que embute mis abundantes lorzas en menos tela que la tanga de una vedette y paso a cambiarme. Todo no iba a ser malo. Mi santa para ir al cursillo de natación me ha mercado un bañador de marca, tipo boxer que realza mi barriga y que conjunta inexplicablemente bien con el brillo de mi inacabable calva. ¡He roto la pana!. ¡To dios me mira!.
La atenta chica que me va a dar el curso, ¡qué me lo va a dar, qué me lo va a dar!, se reprime la risa y me dice que caliente. Me lanzo con un magistral panzazo, ampliamente ensayado y magistralmente mejorado con el paso del tiempo. Doy una, dos brazás, me agarro a las corcheras y me paro. Pregunto: "¿Hasta dónde tengo que llegar?. ¡Hombre, por lo menos sal de la parte roja de las corcheras, que son cinco metros...!, me contesta ella. ¡Me va a dar el curso!, pienso yo. Remata su comentario con un condescendiente, "sería conveniente que hiceras dos largos, al menos!. ¿Cien metros?, pregunto. "-No, cincuenta", contesta ella. La piscina es de 25 metros y no veo el final.
Uno no sabe lo mal que nada hasta que están una hora diciéndote lo mal que lo haces. Definitivamente, decidido que mi nivel de natación no es "casi no se nadar", sino directamente "no se nadar". Treinta ejercicios después, un concurrido corro de espectadores se habían concitado atraidos por mis torpes movimientos natatorios, mis tragos de agua y los técnicos comentarios de mi "entrenadora". Cuando había más gente alrededor de la piscina, que dentro de ella deleitándose con mi espectáculo "cómico-natatorio" suena la bocina. ¡Desde el colegio, no me había alegrado tanto al oir la sirena del fin de clase!. Me despido con un digno, "-¿te ayudo a recoger el material?-", ella que le dolía la boca de tanto reirse de mí, me contestó que no y nos citamos para mañana.
Decididamente, pensé, si algún día voy de copas, no vendré a este pueblo, aquí he perdido toda mi credibilidad y por supuesto mi dignidad.
Esta mañana me duele el hombro tanto que he tenido que lavarme los dientes con las dos manos sujetando el cepillo. He tomado otra decisión, utilizaré la ciencia, me tomaré un analgésico para el dolor, no me puedo mover.
Esta tarde tengo como objetivo una hora de clase de natación y al finalizar otra hora de correr a pie.
Veremos como sigue esto. Mañana te lo cuento, querido diario

3 Comments:

At 1:42 p. m., Blogger stani said...

Oye, quiero ver una foto con tú areodinámica indumentaria, jajjaa.

 
At 3:37 p. m., Blogger sermor said...

Muy bueno, jeje. Me lo pasaré en grande con tus desventuras. Un abrazo.

sermor

 
At 12:40 a. m., Blogger moisés peinado "bufo" said...

Garban hacía mucho tiempo que esperaba volver a reirme con tus "escritos".
Y suerte en tu preparación, un tío como tú conseguirá su objetivo; seguro.

bufocalamita.

 

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