Y Probé a ser IMvencible

Triatlon.

jueves, agosto 03, 2006

Querido Diario:
Sólo tienes un día de duración y ya eres parte de mí. Estaba deseando poder llegar al lugar donde te guardo y poder escribirte para compartir contigo, como el amigo invisible que tienen algunos niños para jugar, mis dudas y mis alegrías.

Me he dado cuenta que "ella" te ha descubierto. Te tenía guardado en la cómoda, bajo los jerseys de invierno y junto a los pañuelos. Te puse uno de ellos sutilmente prendido entre tus hojas para que sirviera de señal si alguien osaba a violentarte. Ahora en cuanto te he abierto he visto que la prueba no estaba. Seguro que ha sido "ella" quien te ha visto ahí. Ayer al acostarnos, una leve sonrisa y un matriarcal beso en la frente me pusieron en alerta. Algo raro pasaba. En este momento se la verdad. Ya no eres mío solamente, querido diario, también eres de "ella". Lo bueno es que en tí podré dejar los mensajes que no me atrevo a contarle cuando hablamos, será nuestro medio de comunicación, sobre el nuevo vicio que "ella" no aprueba.....

Y como no podía ser de otra forma.
Se acercaba la hora de tenerme que ir a la piscina. Repasé una y mil veces los errores cometidos el primer día. Sabía que había dado una imagen y el personal ya había juzgado y sentenciado. Será difícil hacer cambiar de opinión al respetable, pero tengo que intentarlo. Este será mi resurgir de las cenizas.
No atino a hacer la bolsa. Primero las cosas de correr. Segundo las cosas del nadar. Tercero las cosas del aseo. Cuarto las medicinas. Como dije ayer, he decidido ponerme en manos de la ciencia. Bueno, mi cuerpo también lo donaré, no se si servirá para algo, pero la intención es que aunque sea el pelo para hacer peluquines lo aprovechen. ¡Joder!, otra vez con veleidades, si tengo menos pelo que el culito de un bebé. ¡Pues nada, que aprovechen lo que quieran, yo con donarlo ya he hecho bastante!. Me tomo una pastilla efervescente, me restriego una crema y me doy con un aerosol, todo ello recomendado para el infinito y ounzante dolor de hombro. Seguro que alguno, todos o el conjunto de los tres mejunjes "da positivo". ¡Me da igual!. También he decidido que el fin justifica los medios. Yo me drogo "para poder seguir entrenando". Otros lo hacen "para poder seguir ganando dinero". Como mi fin está más alto en la escala de valores, yo si puedo hacerlo, los otros no.
A todo esto me entra el pánico, ¿dónde están las gafas de nadar?. Deshago la bolsa que se parece más al petate de un marinero, por su volumen, que la de un señor que va a salir dos horas de casa. Aparecen las gafas en un bolsillo que no sabía que existía. ¿Tan nervioso salí ayer de la piscina, qué metí las gafas aquí?. Se me olvida las fundas de las lentillas. ¡Si, coño!, ¡tampoco veo!. ¡Qué levanten la mano los que son perfectos!.
Llego a la piscina con el tiempo justo. Aprieto el culo, meto barriga, me pongo una gorra y salgo del vestuario con el porte más torero jamás descrito por crítico taurino alguno. ¡Zas!, tropiezo con el escalón, se me escapa la chancla. Desparramo todo mi cuerpo en un charco inmundo de agua sucia que había a la salida del vestidor. Si aún no había llamado la atención de nadie, en ese momento capte la de todo el mundo. Me levanto. Con aire distraido, sin darle importancia, vuelvo sobre mis pasos, entro de nuevo en los vestuarios, resoplo, me cabreo, me sigo cabreando y decido poner la excusa de que se me había olvidado la tohalla.
Con un equipo más completo que el de las fuerzas especiales, salgo por segunda y defintiva vez dirección al agua. Se escucha un murmullo. Pienso, ¡me admiran porque soy triatleta!. Pronto salgo de mi error. Al sutil grito de -"¡Ha venido el friky!"-, los bañistas se salen del agua, toman su bocadillos y refrescos y se alinean alrededor de la piscina para no perderse el espectáculo de Garbanzito "la orca torpe". La señorita Rothenmeller me recibe con un afectuoso y caluroso: -"¡Pues si yo creí que hoy ya no volverías!"- ¡Qué la zurzan!.
Lo inevitable pasó, tenía que pasar. Primera humillación pública. La entrenadora me dice que no me tire a la calle dos, donde había nadado el primer día y donde se encontraban los más experimentados nadadores del cursillo. Me indica que a partir de hoy, mientras no consiga que renuncie, pienso yo, nadaré en la calle uno. El gentío grita enfervorizado y aplaude mi expulsión y público escarnio. La entrenadora es llevada a hombros por la plebe y vitoreada, por cientos de bañistas con la boca llena de bocadillo de chorizo.
Yo, como un señor que soy, ni hago una mueca, ni cambio el rictus. Me tiro a la calle uno, esta vez de pié, ya hice el ridículo ayer cuando intenté simular que me lanzaba de cabeza. La nombrada calle está llena de señoras mayores, alguna señora mayor más, otras señoras mayores y uno o dos infantes de los que sólo hablan para molestar y se mueven por el agua para joder.
Como entrenador que soy de otro deporte tengo conocimiento de los principios del entrenamiento. Sabía que inexorablemente se aplicaría la ley "del día después". Este principio nos dice que el segundo día siempre será peor que el primero y así sucesivamente hasta que el cuerpo llegue al sumun de la incompetencia ycomienzé a experimentar los beneficios acumulados por el entrenamiento.
Impepinablemente el segundo día fue catastrófico. Con el dolor de hombro que tenía. La cabeza pensando en: tomar aire cuando saco el brazo derecho, soltarlo dentro del agua cuando hago lo propio con el izquierdo, hacer fuerza con la cadera, mover los pies ambos al mismo tiempo, cerrar las rodillas.... ¡Leche, si es una lista más larga que la que me hace mi "santa" para que compre en el pryca!. Había sacado los brazos tres veces del agua cada uno y aún no había pasado al segundo punto de la lista, que era soltar el aire. ¡Me ahogo!. Agarro con fuerza la corchera y mi entrenadora me dice: "¡Garban, no pares!. Le contesto con donosura y templanza propia del siglo de oro. ¡Por favor, si me ahogo no me salves!. ¡Déjame que muera y deje de sufrir!.
Las señoras hacen un corrillo al principio de la piscina y comienzan con la cháchara propia de su sexo y edad. Le comentan a la entrenadora "¿Se nos pondrá a nosotras un cuerpo como el tuyo (bastante potente, por cierto) de tanto nadar?. Yo, para integrame un poquico, no dejo contestar a la entrevistada y espeto uno de los más y mejores chascarrillos que se me podrían haber ocurrido en ese momento: "¡Pues como yo me quede con un cuerpo como el suyo me voy a tener que ganar la vida en un cabaret de travelo!. El mordaz y atinado comentario es recibido con total desinterés y algún murmullo del tipo "¡cada vez que habla el friky la caga!".
Y se acabó como todo martirio finaliza, bien con la muerte del martirizado o con el hastio del verdugo. En este caso fue lo segundo.
Llegué a la conclusión que no sólo no había restañado mi credibilidad, sino que mi popularidad había decrecido aún más. Pensé, "-Como ahora voy a correr, esperaré a que todas estén en la calle para salir yo con mi porte atlético, mis pantalocicos cortos, mi camiseta de tirantes y entonces si que se darán cuenta del "pedazo de tío que tienen por compañero". Cuando creí que ellas estaban fuera, salí yo. Me saludó mi entrenadora con: "-¡Un día tengo que salir a correr contigo!". Orgulloso, contentísimo de haberme conocido, le contesto. "¡Cuándo quieras! y todas se rieron. Pasé por el primer escaparate y me miré. ¡La leche!, no paso ni el test del escaparate, muchos saben perfectamente de lo que hablo. Frente a mí, se reflejaba una silueta vestido de "corredor" que comparándola con "naranjito" éste sería evaluado como atleta de elite. ¡Ya se porque se reían!. ¡Arpías!. ¡Qué lejos de esos 66 kilitos de ná!, con los que me presente en la puerta del Carrefour de Valencia para correr su maraton en Febrero. Ahora peso 73 kg. y subiendo. Seguí corriendo. Pero esto te lo contaré otro día, querido diario.
Hoy tengo descanso. El sábado voy a ir a correr la "Subida al Santuario de Ntra. Sra. de la Magdalena", en Novelda. Al pasar por la puerta le pediré a la virgencica fuerza y empeño. No soy muy creyente, pero espero que no le importe que alguien le pida una tontería más. Iría a nadar, pero un "sarao" con mis amigotes me lo impide también.
Es la vida, hay que saber renunciar a algo, en este caso, ¡qué se joda la natación!
Por cierto, por mucho que deseen desmoralizarme, querido diario, no lo conseguirán. Sólo cuando el reloj marque dos horas y diez minutos desde mi salida en Roth y no haya llegado a la orilla conseguirán que me retire, pues ese es el tiempo máximo permitido.
Como decía el poeta de Algezares Vicente Medina, que cansera tengo, me tomo una cerveza y me acuesto.

1 Comments:

At 1:00 p. m., Blogger stani said...

Acho tio, para cuanto entres definitivamente en el agua habrás escrito dos volúmenes, jajaj, por cierto, me he permitido la licencia de adelantar una información sobre tú vida y obra, en la página de la federación,vas a ser más famoso que Julian Muñoz, dentro de poco necesitarás un representante y departamento de prensa,
Ah!se me olvidaba, me ha dicho Alfonso que las fotos también las haces tú,a ver si en Jumilla te acuerdas de mí y no tanto amarillo, ajajaj. un saludo. y a funcionar.

 

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