Y Probé a ser IMvencible

Triatlon.

lunes, agosto 07, 2006

Mi diario, no te olvido...
Querido diario, no creas que no he estado inquieto por los días que te he tenido alejado de mí. Por suerte esta mañana te recogí del alfeizar de la ventana y seguías ahí. Ninguno de los hambrientos perros ha osado a cogerte para saciar su gazuza.
El viernes
No fue gran cosa. La clase de natación fue algo menos tensa. Mi "compis" me aceptan y me pasa lo que a la moda, se han acostumbrado, igual que todos nos hemos acostumbrado a la minifalda. ¡Ya tiene que ser muy corta o la "nenica" muy espectacular para que nos fijemos más de lo necesario!. Tras diversos y dolorosos ejercicios los cuales ejecutaba aún con menos destreza que los días anteriores, la srta. Rotenmeller nos planteó un novedoso juego. Este consistía en tirar unos aros al fondo de la piscina, recogerlos buceando y desde ese punto nadar hasta el lugar donde se encontraba ella. La rutina parecía más bien de niños, pero el cansancio me hizo aceptarlo de buen grado. Mi especial aptitud hacia el desafío me hizo motivarme. Como no podía ser de otra forma mi pensamiento fue: "Les ganaré a todas". Cogí dos aros y moviendo el rabo alborzado y muy feliz porque mi "ama" se pondría contenta al ver que había realizado la prueba de forma adecuada, me deslizé cual sirenita hacia ella. Me cogió los aros de la boca y.... ¡No me acarició el lomo, ni me dió una galletita de esas que dan de premio a los perritos obedientes!. ¡Qué desilusión!. Con ese aprendizaje, no pienso esforzarme nunca más. Pensé, que haría una pública loa de mis habilidades, nada más lejos de su intención. Me ignoró y lanzó aún más lejos el arico de la leche para deshacerse de mí. Al finalizar las práctica corrí media hora y unas progresiones para preparar la carrera del sábado. El rodaje, patético, lo justifiqué con el cansancio de la clase de natación y consolándome con el banal argumento de: "Si hoy no me canso, mañana estaré más fuerte".
Hoy es sábado
Todo parecía ir de mal en peor. Me sé de frágil personalidad y facilón para ser llevado por el camino del mal. Lo primero que me entero es que tendremos una "comida familiar". Esa afirmación conlleva asociada la de "en una comida familiar, ni dios come espaguetis!. Me corto el pelo, realizo la misma operación con las uñas, me pongo un supositorio de Rovi y no contento con el "resultado", me aplico una lavativa. ¡Cualquier cosa que deje mi cuerpo con el menor peso posible", "perfomance" que llaman los entendidos. Después de media hora de retortijones, tirones de pelos y demás dulces martirios, me peso. La báscula, enemiga declarada mía y amiga íntima de mi "santa", me premia con unos 71,300 kg. que me hacen intuir que me presentaré en la línea de salida con unos generosos 75 kg. como mínimo. Me afeito las piernas, me peso, ¡La jodía báscula, seguía marcando 71,300!. Me rindo. Como hoy es sábado, toca limpieza, me entretengo con el motor de la depuradora, al que no le pasa nada, esperando que el resto de la tropa deje la casita como una patena. Milagrosamente la maquinica se arregla, justo cuando ellos terminan de limpiar.
Ya he arreglado el tema de la bicicleta. Le he quitado a mi hijo el pequeño la suya. El chiquillo ni ha replicado. El también es triatleta, pero este año comienza en la universidad y estima que le quedará poco tiempo para entrenar. La bici del mayor es imposible que yo la pueda coger. Tendría que llevar un ladrillo para poder apoyar los pies para bajarme de ella.
Llego a Novelda acompañado de un compañero que quiere entrar entre los primeros. Como voy con él puedo relacionarme con la élite. Calentamos por la pista, voy a un ritmo de calentamiento superior del que podría llevar en carrera, pero esos momentos de gloria, el poder rodar con la elite, no voy a desperdiciarlos tan rápidamente. Soy la embidia de los trotones que habitulmente corremos juntos. Mañana me preguntarán ¿qué haces tu con aquellos?. Yo les responderé, es que soy su liebre en las series.
Me coloco en la salida. En mi sitio, bueno en mi sitio si hubiera estado bien de forma física, pero tal y como estaba, en un sitio bastante más adelantado de lo que debiera. Esta carrera la divido en tres o cuatro partes. La primera es salir de la curva del estadio al mismo tiempo que el primer "marroquí" salga de la pista. Todavía estoy a media recta y el "gachó" ya se ha pirado. ¡Mal empezamos!. He puesto el cronómetro, como todos, al pasar la línea de salida y no cuando dan el tiro. Esta es una forma bastante burda de maquillar los tiempos. Nos autoconvencemos de que podríamos haber corrido más si hubiéramos salido delante, una falacia. Algunos hasta descontamos del cómputo total el tiempo que perdemos en beber agua, saludar a un vecino o las décimas que hemos perdido en una curva mal peraltada.
La segunda parte es en progresión, debo ponerme a cuatro treinta hasta llegar al comienzo de la subida al santuario. Este objetivo lo consigo con cierta facilidad. Parece que la cosa cambia. La tercera parte es subir a mi ritmo. Las lorzas me lastran y debo ser consciente que debo regular para la vuelta. Me adelantan todos los que a su vez adelanté en el falso llano. Al comienzo de la subida hay un puesto de agua. Bebo. ¡Uff, que bien, calentica y con tierra!, cómo a mí me gustan los berberechos. El agua realiza una función no funcional. Solivianta a las patatas, los tomates, los pimientos y la pata de cabrito asada que me había obsequiado para comer. Las tres cervecicas, tampoco están dispuestas a dejar pasar la algarada que se estaba montando en mi estómago y todos a la vez comienzan una pelea en la que no hay amigos ni enemigos, sino mamporros unos con otros. ¡Con muy mala leche!. Llamo la atención a los chiquillos y ellos me responden con unas ganas de vomitar de la leche. En la subida me adelantan todos los que yo había adelantado y bastantes más. No quiero vomitar pues como me de un bajón de tensión me quedo en la cuesta del copón y le doy la tarde a mi "santa" y a todos los familiares que me esperaban en casa para cenar. Me sale el espíritu de nadador indesmoralizable y la filosifía del "finisher" que quiero ser. Aunque sea a cuatro patas llego. ¡Qué cinco kilómetros más largos!. Los casi doce kilómetros los hice en una horica, un poquico menos, pero una hora. ¡Vaya un atleta!. Al llegar a meta la pelea tumultuaria que se había formado en mi estómago parecía que se estaba calmando. Los bandos estaban muy igualados. Para que uno fuera mayoritario y venciera de una vez y se acabaran los puñetazos y los insultos metí en el estómago tres cervecitas más que harían que ese sector fuera el más numeroso y finalizase el tumulto. ¡Mano de santo!. Ante la incontestable y abrumadora mayoría de las cervezas la pelea cesó.
Volvimos a casa.
El domingo...
Tuve que ir a un triatlón ha realizar labores propias de mi sexo. Algunos participantes me animaron a seguir en mi entusiasta objetivo, otros me ignoraron, pero al menos nadie me reprochó que mancillará el inmaculado nombre de este deporte con este diario o con mi presencia.
Por la tarde no salí. ¡Vaya falta de formalidad!. El cansancio de la carrera de ayer y la falta de bici, tengo que hacerle unos ajustes a la de mi chiquillo, sirvieron de excusa inexcusable para no entrenar.
Esta mañana 72,400 kg. me han saludado alegremente el día. Hoy rodajito a pie. A dios gracias no hay curso de natación.
Te dejo diario, mañana te cuento.