¡Más kilómetros, es la guerra!.
El domingo a las ocho de la mañana, con un frío de perros, una humedad que ni en la selva Vietnamita, un cielo encapotado y feo, una mala leche de tres cuartos tirando para el kilo, le comenté a Stani: “¡Si hace un año me dicen que el Domingo de Resurrección iba a estar yo aquí montando en bicicleta en vez de en la puerta de la Iglesia de Santa Eulalia esperando a que saliera la procesión con un buen “revuelto” (mezcla de anís seco con vino viejo) como es típico en Murcia, le hubiera dicho a la persona que me lo hubiera comentado, tú no me conoces, si faltara “p´aceite” voy a dejar de estar yo allí!”. Pues como en esta vida no se puede decir: “¡De esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre!”, allí que estaba yo el domingo, con mi bici dando pedales, mientras salía la procesión y toda mi familia había encargado una comida en las barracas como a nosotros nos gusta, con mucha cerveza, buen vino y muchas grasas de cerdo…
Mi entrenador, que está dispuesto a sacarme de los bares a base de ponerme entrenos kilométricos e interminables, dispuso con mucha guasa, que este domingo nos teníamos que meter entre pecho y espalda 200 km. en bici, en vez de tres ristras de morcillas, cuatro metros lineales de salchichas, tocinos varios y algunos litros de vino. Román, que había confirmado su presencia, fue el más listo y no apareció. Tuvimos un largo debate con la logística de la etapa, pues para hacer 200 km. en Murcia o damos tres vueltas a la provincia o tenemos que salir con pasaporte y pasarnos a Argelia. Acordamos que iríamos primero dirección hacia Abanilla y Fortuna, para luego regresar a Santomera, de allí a Arenales (Elche) por Orihuela y Crevillente, a fin de volver a inspeccionar la playa y regresaríamos por Dolores, Benijofa, Algorfa, etc… que es la ruta más larga…
A las ocho partimos hacia Fortuna. Carretera pestosa pues tiene un montón de sube y baja. Pronto nos encontramos con el primer ciclista que al oírnos llegar, hablo a gritos pues estoy más sordo que una tapia, hábilmente se espera para subirse hasta Abanilla a nuestra costa. Nosotros que teníamos por delante un día muy duro y muy mala follá nos esperamos, viendo el nenico que no llegábamos decide seguir con su ritmo. Al poco oigo el tintineo de un cambio a mis espaldas, de reojo me cercioro de mis sospechas, otro listo a cola… Stani que está “cegao” con tirar del carro no se da cuenta. Cerca de Mahoya, por fin, el de Monteagudo se da cuenta, se va a cola y comenta la comida que lleva. Mi contestación es: “¡Pues yo llevo comida para un bautizo!”. El ciclista, de Benferri para más señas, pregunta ante el extraño derrotero de la conversación: “¿Vais a Fortuna?”. No, le contesta Stani, estamos haciendo unos treinta kilómetros para completar la etapa y luego nos iremos hacia Santa Pola, el nombre de Arenales del Sol no le dice nada a nadie más que a los lugareños de Elx, tenemos que hacer 200 km., si llegamos a ir cuesta arriba se cae de culo del susto que se llevó. “¡Con razón lleváis tanta comida!, espeta el del marquesado… Pronto nos volvemos hacia Santomera. De regreso nos pasa el primer ciclista que nos esperó, ya iba de hacia casa, nosotros aún ni habíamos desayunado. Nos cruzamos con los del grupo de Santomera que habían salido a las nueve y encaramos dirección a Orihuela. La ruta transcurrió con normalidad, algo de viento en contra y por desgracia nada de lluvia, dos gotas hubieran sido suficiente para que hubiéramos decidido darnos la vuelta, ganas teníamos las justas. Pasamos Elche y encaramos la carretera de Arenales del Sol. Llegando nos cruzamos con un grupo de trialetas del Triatlón Alicante y un poco más delante otros que regresaban de las excusiones que se habían organizado para reconocer el terreno del triatlón del día 5. Nosotros hemos reconocido toda la ruta dos veces y subiremos el Albaterolo como señores, con el diecinueve, jajajajajajaja, vaya broma….
A la vuelta nos volvimos a cruzar con otro grupo de triatletas. Aparte del avance de larga, llevaban unos coquetos cascos de contrareloj, que dudo les sirvieran de algo para la velocidad que llevaban, no es crítica, es sencillamente la realidad. Un tío que sea capaz de ir a cuarenta le ayudará a ir a cuarenta y uno pero de ir a veinte a ir a veintiuno, no le veo gran ventaja… la verdad…. El regreso fue estratosférico, de nuevo Stani se puso a tirar y de las cuatro horas catorce minutos en los que llegamos a 110 kilómetros en Arenales, llegamos con doscientos kilómetros y siete horas siete minutos. Meter la bici en el garaje y comenzar a llover fue todo uno…
El sábado estuvo toda la madrugada lloviendo. A las siete seguía la misma tesitura y no paró hasta las nueve y media. Estaba organizando la mañana para ir a hacer spining y luego correr una hora y cuarto cuanto apareció mi hermano para ir a correr. La bici estaba descartada, la carretera estaba mojada y no iba a terminar antes de la una y luego correr, imposible tener a la familia, presumiendo que el domigo no llegaría hasta las cuatro a casa, sin atender este sábado. Así que por segunda vez en lo que va de año, por fuerza mayor, se suspendió los cincuenta kilómetros en bici y en vez de correr setenta y cinco minutos nos dispusimos a correr durante hora y media “el capitán bajoca” y yo. Nos dimos un buen tute por “Los Cuadros”, una vez que me habían jodido el entreno el sol salió radiante… El caso es que, como siempre, me quedé con remordimiento de conciencia.
El martes tenía que hacer series. Como era la primera vez que hacíamos dos miles me reservé y no fui a nadar por la mañana. Tiré la primera de Stani, Ramón y Román. La clavamos a 47 el doscientos, 7,50. Antes de comenzar la segunda Paco Romeo, un compañero de entrenos que anda el triple que nosotros, se ofreció a tirar la siguiente. En siete cuarenta y ocho llegamos al final. Román se bajo en la primera vuelta. Paco, que es un “legías”, se ofreció a tirar en la siguiente y la otra. Cuatro, todas en el tiempo previsto. La última se terció de la siguiente manera. El Romeo tiraría, progresivamente, hasta la última vuelta en la que cada palo aguantaría su vela. Paco, debe tener el lenguaje de segundo de bachiller suspenso, porque por lo de progresivamente entiende otra cosa de lo que pone el diccionario. Faltando dos vueltas me bajé de la moto, me llevaba asfixiado. De nuevo Stani, me había vencido. Me subí de nuevo en el último cuatrocientos y el de Monteagudo, con los ojos inyectados en sangre, llegó hasta el final. Siete veintitantos le marcó. Nueva derrota en mi casillero.
El miércoles era un día muy especial para mí. Sale la procesión de los “coloraos”, mis dos hijos, el pequeño debutaba, salían en la misma y por primera vez en muchos años, yo no salía. Mi entrenador para asegurarse de que no hacía ninguna estupidez me puso en el plan que nadara por la mañana y que por la tarde montara en bicicleta. Así que a las siete estaba dándole a las aguas hasta alcanzar la bonita cifra de 2.350 mts. A las tres me fui a montar en bici. Me mojé y decidí volver a casa con 15 kilómetros. Llegando cesó de llover y como tengo el sentimiento de culpa éste que tengo, decidí seguir un poco más. Me volví a mojar. De regreso cesó de nuevo y otra vez nuestro chicuelo no se bajó y siguió pedaleando. Cuando por fin tuve el suficiente valor para decidir pararme ya había hecho la totalidad de los kilómetros que me habían ordenado realizar. El “señor” premió mi perseverancia abriendo el cielo y dejando que el sol resplandeciese y que mis zagalicos pudieran procesionar para su satisfacción y mi orgullo paterno. Pacorro se pegó tal tute a cargar que volvió a la iglesia con casi todos los caramelos y chucherías que se había metido en la “sená”, como llaman los huertanos al buche donde van alojados los caramelos y dávidas diversas. Pablete, reconoció que había “nacío p´a esto” y también disfrutó como un enano. A las tres de la mañana, regresamos a casa contentos y orgullosos mi santa, mis nenicos y yo.
El jueves nos levantamos sobre las ocho y cansados fuimos a la iglesia a limpiar el paso y dejarlo en condiciones para que salga el próximo año, sino pasa ná. Tras un almuerzo nazareno, es decir, bien comidos y bien bebidos, los nenicos no, regresamos al hogar, para a las seis de la tarde rodar dos horas por el Coto Cuadros. Se hicieron largas, pero se hicieron.
El viernes a las seis de la mañana nos fuimos a ver, como desde que tengo uso de razón, salir la procesión de Nuestro Padre Jesús, los Salzillos. Cuando hubo salido “La Caída”, me fui a nadar. La primera vez en mi vida que sin terminar de salir la procesión abandonaba la esquina de la Lonja antigua, junto a buzón de correos y tras el kiosco de los periódicos y menos aún que no iba al almuerzo nazareno que acompaña a tan tradicional procesión. Todo el mundo estaba almorzando mientras yo me despachaba tres mil novecientos metros de pasión en el agua.
Este año ha sido una Semana Santa atípica. Sinceramente diré que ha sido muy dura para mí y nada gratificante. He cumplido como un “señor” a lo que me había comprometido, pero no estoy muy seguro de que haya disfrutado mucho por ello…Tras Roth será el momento de evaluar si merece la pena… Una cosa es segura, sin este tipo de sacrificios un desafío como el nos hemos propuesto, digo nos, pues es algo en equipo, sin la colaboración de tu entorno, tu mujer, tus hijos, tus amigos, tu entrenador, no es posible… Pero aún no se si merece la pena… De momento, a pesar de estos malos momentos, no quiero dejar de disfrutar todos estos minutos que te brindan la preparación de un reto de esta envergadura, ¡no digamos aún, de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre!”… Pero pá mí que “éste no va a ser mi padre…”
La china sigue sin llegar. La otra china, la que nos escribe los e-mail dice que estará la próxima semana, en ese momento se cumplirán dos meses desde que pagamos… No sé, tampoco, si merece la pena, pero no tiene vuelta atrás. Lo seguro es que una máquina de esa envergadura no te la sirven en ninguna tienda sin una espera más o menos parecida a esa y por el doble, sino más de precio, así que ya estoy tan curtido por el esfuerzo y el sacrificio que ni sufro por la espera de la “china”, “cuando tenga que ser será”.
Esta semana comienzan las Fiestas de Primavera. Es otro mundo de fiesta, diversión, comidas, bebidas, en esta tierra que todo se hace en la puerta de la calle gracias al espléndido tiempo que siempre hace (este año, no, este año hace un tiempo de mierda), no se entiende ninguna fiesta sin comer ni beber. Buscaré en el álbum. Igual encuentro algunas fotos de huertano. Tampoco es que me tire mucho esta fiesta, tras la semana santa quedan pocas fuerzas para seguir de farra. El martes haremos las series a las nueve de la mañana en Alcantarilla, es el Bando de la Huerta y Stani se viste y se va con su Mariló de barracas. Como yo ya vivo en el campo no me iré de barracas, le pegaré fuego a la barbacoa y me comeré las morcillas allí mismo, con mi santa. Mis nenicos no podrán dejar de seguir los cantos de sirena del Bando. Fiesta que se parece por lo descomunal y desorbitada a los San Fermines, pero dura un solo día. El sábado el Entierro de la Sardina, esta fiesta es para otro tipo de murcianos, grupo al que nunca he pertenecido y con el que no me siento identificado.
Pues desde las fiestas de primavera, se despide de ti, querido diario, tuyo que lo es
Garbanzito
Hasta la semana que viene…
El domingo a las ocho de la mañana, con un frío de perros, una humedad que ni en la selva Vietnamita, un cielo encapotado y feo, una mala leche de tres cuartos tirando para el kilo, le comenté a Stani: “¡Si hace un año me dicen que el Domingo de Resurrección iba a estar yo aquí montando en bicicleta en vez de en la puerta de la Iglesia de Santa Eulalia esperando a que saliera la procesión con un buen “revuelto” (mezcla de anís seco con vino viejo) como es típico en Murcia, le hubiera dicho a la persona que me lo hubiera comentado, tú no me conoces, si faltara “p´aceite” voy a dejar de estar yo allí!”. Pues como en esta vida no se puede decir: “¡De esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre!”, allí que estaba yo el domingo, con mi bici dando pedales, mientras salía la procesión y toda mi familia había encargado una comida en las barracas como a nosotros nos gusta, con mucha cerveza, buen vino y muchas grasas de cerdo…
Mi entrenador, que está dispuesto a sacarme de los bares a base de ponerme entrenos kilométricos e interminables, dispuso con mucha guasa, que este domingo nos teníamos que meter entre pecho y espalda 200 km. en bici, en vez de tres ristras de morcillas, cuatro metros lineales de salchichas, tocinos varios y algunos litros de vino. Román, que había confirmado su presencia, fue el más listo y no apareció. Tuvimos un largo debate con la logística de la etapa, pues para hacer 200 km. en Murcia o damos tres vueltas a la provincia o tenemos que salir con pasaporte y pasarnos a Argelia. Acordamos que iríamos primero dirección hacia Abanilla y Fortuna, para luego regresar a Santomera, de allí a Arenales (Elche) por Orihuela y Crevillente, a fin de volver a inspeccionar la playa y regresaríamos por Dolores, Benijofa, Algorfa, etc… que es la ruta más larga…
A las ocho partimos hacia Fortuna. Carretera pestosa pues tiene un montón de sube y baja. Pronto nos encontramos con el primer ciclista que al oírnos llegar, hablo a gritos pues estoy más sordo que una tapia, hábilmente se espera para subirse hasta Abanilla a nuestra costa. Nosotros que teníamos por delante un día muy duro y muy mala follá nos esperamos, viendo el nenico que no llegábamos decide seguir con su ritmo. Al poco oigo el tintineo de un cambio a mis espaldas, de reojo me cercioro de mis sospechas, otro listo a cola… Stani que está “cegao” con tirar del carro no se da cuenta. Cerca de Mahoya, por fin, el de Monteagudo se da cuenta, se va a cola y comenta la comida que lleva. Mi contestación es: “¡Pues yo llevo comida para un bautizo!”. El ciclista, de Benferri para más señas, pregunta ante el extraño derrotero de la conversación: “¿Vais a Fortuna?”. No, le contesta Stani, estamos haciendo unos treinta kilómetros para completar la etapa y luego nos iremos hacia Santa Pola, el nombre de Arenales del Sol no le dice nada a nadie más que a los lugareños de Elx, tenemos que hacer 200 km., si llegamos a ir cuesta arriba se cae de culo del susto que se llevó. “¡Con razón lleváis tanta comida!, espeta el del marquesado… Pronto nos volvemos hacia Santomera. De regreso nos pasa el primer ciclista que nos esperó, ya iba de hacia casa, nosotros aún ni habíamos desayunado. Nos cruzamos con los del grupo de Santomera que habían salido a las nueve y encaramos dirección a Orihuela. La ruta transcurrió con normalidad, algo de viento en contra y por desgracia nada de lluvia, dos gotas hubieran sido suficiente para que hubiéramos decidido darnos la vuelta, ganas teníamos las justas. Pasamos Elche y encaramos la carretera de Arenales del Sol. Llegando nos cruzamos con un grupo de trialetas del Triatlón Alicante y un poco más delante otros que regresaban de las excusiones que se habían organizado para reconocer el terreno del triatlón del día 5. Nosotros hemos reconocido toda la ruta dos veces y subiremos el Albaterolo como señores, con el diecinueve, jajajajajajaja, vaya broma….
A la vuelta nos volvimos a cruzar con otro grupo de triatletas. Aparte del avance de larga, llevaban unos coquetos cascos de contrareloj, que dudo les sirvieran de algo para la velocidad que llevaban, no es crítica, es sencillamente la realidad. Un tío que sea capaz de ir a cuarenta le ayudará a ir a cuarenta y uno pero de ir a veinte a ir a veintiuno, no le veo gran ventaja… la verdad…. El regreso fue estratosférico, de nuevo Stani se puso a tirar y de las cuatro horas catorce minutos en los que llegamos a 110 kilómetros en Arenales, llegamos con doscientos kilómetros y siete horas siete minutos. Meter la bici en el garaje y comenzar a llover fue todo uno…
El sábado estuvo toda la madrugada lloviendo. A las siete seguía la misma tesitura y no paró hasta las nueve y media. Estaba organizando la mañana para ir a hacer spining y luego correr una hora y cuarto cuanto apareció mi hermano para ir a correr. La bici estaba descartada, la carretera estaba mojada y no iba a terminar antes de la una y luego correr, imposible tener a la familia, presumiendo que el domigo no llegaría hasta las cuatro a casa, sin atender este sábado. Así que por segunda vez en lo que va de año, por fuerza mayor, se suspendió los cincuenta kilómetros en bici y en vez de correr setenta y cinco minutos nos dispusimos a correr durante hora y media “el capitán bajoca” y yo. Nos dimos un buen tute por “Los Cuadros”, una vez que me habían jodido el entreno el sol salió radiante… El caso es que, como siempre, me quedé con remordimiento de conciencia.
El martes tenía que hacer series. Como era la primera vez que hacíamos dos miles me reservé y no fui a nadar por la mañana. Tiré la primera de Stani, Ramón y Román. La clavamos a 47 el doscientos, 7,50. Antes de comenzar la segunda Paco Romeo, un compañero de entrenos que anda el triple que nosotros, se ofreció a tirar la siguiente. En siete cuarenta y ocho llegamos al final. Román se bajo en la primera vuelta. Paco, que es un “legías”, se ofreció a tirar en la siguiente y la otra. Cuatro, todas en el tiempo previsto. La última se terció de la siguiente manera. El Romeo tiraría, progresivamente, hasta la última vuelta en la que cada palo aguantaría su vela. Paco, debe tener el lenguaje de segundo de bachiller suspenso, porque por lo de progresivamente entiende otra cosa de lo que pone el diccionario. Faltando dos vueltas me bajé de la moto, me llevaba asfixiado. De nuevo Stani, me había vencido. Me subí de nuevo en el último cuatrocientos y el de Monteagudo, con los ojos inyectados en sangre, llegó hasta el final. Siete veintitantos le marcó. Nueva derrota en mi casillero.
El miércoles era un día muy especial para mí. Sale la procesión de los “coloraos”, mis dos hijos, el pequeño debutaba, salían en la misma y por primera vez en muchos años, yo no salía. Mi entrenador para asegurarse de que no hacía ninguna estupidez me puso en el plan que nadara por la mañana y que por la tarde montara en bicicleta. Así que a las siete estaba dándole a las aguas hasta alcanzar la bonita cifra de 2.350 mts. A las tres me fui a montar en bici. Me mojé y decidí volver a casa con 15 kilómetros. Llegando cesó de llover y como tengo el sentimiento de culpa éste que tengo, decidí seguir un poco más. Me volví a mojar. De regreso cesó de nuevo y otra vez nuestro chicuelo no se bajó y siguió pedaleando. Cuando por fin tuve el suficiente valor para decidir pararme ya había hecho la totalidad de los kilómetros que me habían ordenado realizar. El “señor” premió mi perseverancia abriendo el cielo y dejando que el sol resplandeciese y que mis zagalicos pudieran procesionar para su satisfacción y mi orgullo paterno. Pacorro se pegó tal tute a cargar que volvió a la iglesia con casi todos los caramelos y chucherías que se había metido en la “sená”, como llaman los huertanos al buche donde van alojados los caramelos y dávidas diversas. Pablete, reconoció que había “nacío p´a esto” y también disfrutó como un enano. A las tres de la mañana, regresamos a casa contentos y orgullosos mi santa, mis nenicos y yo.
El jueves nos levantamos sobre las ocho y cansados fuimos a la iglesia a limpiar el paso y dejarlo en condiciones para que salga el próximo año, sino pasa ná. Tras un almuerzo nazareno, es decir, bien comidos y bien bebidos, los nenicos no, regresamos al hogar, para a las seis de la tarde rodar dos horas por el Coto Cuadros. Se hicieron largas, pero se hicieron.
El viernes a las seis de la mañana nos fuimos a ver, como desde que tengo uso de razón, salir la procesión de Nuestro Padre Jesús, los Salzillos. Cuando hubo salido “La Caída”, me fui a nadar. La primera vez en mi vida que sin terminar de salir la procesión abandonaba la esquina de la Lonja antigua, junto a buzón de correos y tras el kiosco de los periódicos y menos aún que no iba al almuerzo nazareno que acompaña a tan tradicional procesión. Todo el mundo estaba almorzando mientras yo me despachaba tres mil novecientos metros de pasión en el agua.
Este año ha sido una Semana Santa atípica. Sinceramente diré que ha sido muy dura para mí y nada gratificante. He cumplido como un “señor” a lo que me había comprometido, pero no estoy muy seguro de que haya disfrutado mucho por ello…Tras Roth será el momento de evaluar si merece la pena… Una cosa es segura, sin este tipo de sacrificios un desafío como el nos hemos propuesto, digo nos, pues es algo en equipo, sin la colaboración de tu entorno, tu mujer, tus hijos, tus amigos, tu entrenador, no es posible… Pero aún no se si merece la pena… De momento, a pesar de estos malos momentos, no quiero dejar de disfrutar todos estos minutos que te brindan la preparación de un reto de esta envergadura, ¡no digamos aún, de esta agua no beberé, ni este cura no es mi padre!”… Pero pá mí que “éste no va a ser mi padre…”
La china sigue sin llegar. La otra china, la que nos escribe los e-mail dice que estará la próxima semana, en ese momento se cumplirán dos meses desde que pagamos… No sé, tampoco, si merece la pena, pero no tiene vuelta atrás. Lo seguro es que una máquina de esa envergadura no te la sirven en ninguna tienda sin una espera más o menos parecida a esa y por el doble, sino más de precio, así que ya estoy tan curtido por el esfuerzo y el sacrificio que ni sufro por la espera de la “china”, “cuando tenga que ser será”.
Esta semana comienzan las Fiestas de Primavera. Es otro mundo de fiesta, diversión, comidas, bebidas, en esta tierra que todo se hace en la puerta de la calle gracias al espléndido tiempo que siempre hace (este año, no, este año hace un tiempo de mierda), no se entiende ninguna fiesta sin comer ni beber. Buscaré en el álbum. Igual encuentro algunas fotos de huertano. Tampoco es que me tire mucho esta fiesta, tras la semana santa quedan pocas fuerzas para seguir de farra. El martes haremos las series a las nueve de la mañana en Alcantarilla, es el Bando de la Huerta y Stani se viste y se va con su Mariló de barracas. Como yo ya vivo en el campo no me iré de barracas, le pegaré fuego a la barbacoa y me comeré las morcillas allí mismo, con mi santa. Mis nenicos no podrán dejar de seguir los cantos de sirena del Bando. Fiesta que se parece por lo descomunal y desorbitada a los San Fermines, pero dura un solo día. El sábado el Entierro de la Sardina, esta fiesta es para otro tipo de murcianos, grupo al que nunca he pertenecido y con el que no me siento identificado.
Pues desde las fiestas de primavera, se despide de ti, querido diario, tuyo que lo es
Garbanzito
Hasta la semana que viene…
4 Comments:
Paco hay que ver que guapico estabas de monaguillo. Las mismas orejicas y to. jejeje.
Me alegro que sigas en la brecha.
Saludos.
Fran.
Acho, que risa con los triatletas del norte, ojo! lo mismo nos estaban despistando, pero me da a mí que no, jajaj. Aprovecha que lo mismo la próxima es con la china, olé. Ves la ventaja de vivir un km más cerca que yo del punto de encuentro, pues que no te mojastes,
Si al final tanto hacer kilometros Roth se os va a hacer corto y tendreis que pasaros al doble IM. Decias que tu punto débil era la natación y Stani ya piensa ir nadando 30 kms. Parece que al norte va llegando la promavera, poco a poco, aunque el mar sigue helado. sin más un saludo y seguir dándole duro. PD:tranquilo si al final la opción "china" será la buena
giputxi! no, no y no, me lo propusieron y cuando supe la distancia casi me da un infarto,jejej.
Por cierto garban, lo de las mismas orejicas es verdad, jajajaj.
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