Y Probé a ser IMvencible

Triatlon.

lunes, febrero 19, 2007


¡Trescientos sesenta y cinco días después de haber jurado no volver….!
¿Cómo estás querido diario?. Como en las últimas semanas vamos a hacer un pequeño truco cinematográfico y relataremos primero hechos que ocurrieron en otro momento…
El sábado me levanté temprano, muy temprano. El viernes por la tarde había estado de compras en el Thader. Mi padre, que está más caprichoso que mis hijos cuando tenían cinco años, decidió que iba a comprar muebles nuevos. El Ikea también ha hecho furor entre la “antigua juventud”. Toda la tarde con un “cabezón de tres pares” da para perder los nervios varias veces y para volver a tener en cuenta “su edad” para disculparlo a continuación. Desde las cuatro hasta las diez de la noche comprando muebles cansa lo suficiente para llegar exhausto a casa. Un gran plato de espaguetis y a dormir. A las nueve del sábado salí a rodar treinta minutos por las suaves laderas que hay alrededor de casa. Unos progresivos, la ducha y a preparar la bolsa de viaje que no había podido hacer la noche anterior pues no tenía el cuerpo para muchas fiestas. Tarde, como siempre, llegue a casa de Alfonso y Luisa. Ellos y su hija, mi santa y mi menda componían la expedición “El Esparragal - Maratón de Valencia 2007”. En un plis nos presentamos en la capital fallera y recogimos a la otra chiquilla de mis amigos que estudia allí. A la una de la tarde nos presentamos en el NH sede de la organización de la carrera para recoger el dorsal, no sin antes, como suele ser habitual en todas nuestras expediciones, habernos perdido varias veces por la ciudad del Turia. Tras un cruce de llamadas con mi amigo “Derrapes”, encontramos el camino que él nos había marcado con “miguitas de pan”. Luisa que intentaría “atacar” las cuatro horas y yo recogimos nuestro dorsal y la bolsa del corredor, que este año parecía más lustrosa que el anterior, sobre todo la mochila y la camiseta. Allí fue a recogernos Susana, un gran beso para ella, una murciana, de profesión restauradora, que se había ofrecido a hacernos de Cicerone y anfitriona pues nos ofreció su hospitalaria casa como cobijo de transeúntes . Tras las presentaciones, besos, bromas y demás actos protocolarios, Juevpa, también conocido como “Derrapes” o “Butragueño”, según mi santa, aunque ahora dice que “la vida le ha castigado mucho y ya no está tan lustroso como cuando ella le apodó con el sobrenombre del futbolista”. Juanma se fue a su casa y nosotros a comer pasta a la Malvarosa. Un sitio coqueto y que estuvo muy bien, el nombre era algo de "blue", pero lo único que recuerdo es que al día siguiente la carrera pasaba por la puerta. Sabiamente comidos, con el tino justo de vino, cerveza y pasta, decidimos dar un paseo por el idem marítimo y ver las nuevas construcciones, las celebraciones de los bautizos, las cometas y los runners y patinadores del lugar. Despertamos del paseo justo cuando vimos a la policía comenzar a poner multas en los coches que bordeaban el enlosado y presumimos que alguno de los nuestros pudiera ser objeto de las “iras” de estos celosos guardianes del orden y del patrimonio municipal. Tras comprobar con alivio, que estar en paralelo con los contenedores de basura no era objeto de la reprobación de los funcionarios, decidimos ir a casa de Susana a dar un pequeño descanso a las piernas.
Tras ver en la “Dos” el record de España de Nagora Aguirre, alguna semifinal del mil quinientos y el fiasco del lanzamiento de peso, nos dimos por descansados y procedimos a conocer Valencia. Es curioso como una ciudad en la que había estado en bastantes ocasiones era una total desconocida para mí. Había visitado todos los pabellones, campos y demás instalaciones deportivas. El río, un par de hoteles pero nunca había sospechado que existiera algo más en esa urbe. Pasear por Valencia con Susana nos descubrió la belleza de muchas plazas, calles y edificios, así como la dulzura (aunque esto ya lo conocíamos) de nuestra anfitriona y su sabiduría. Descubrí que en Valencia existía “otro” Almudí, una catedral preciosa, una basílica, un palacio episcopal y sobre todo una casa que creo recordar como de la Alfarería o algo así, con unos preciosos relieves de alabastro y paños de mármol que parecían pintados al fresco. Las pinturas de la bóveda de la catedral y muchas cosas más que ahora se amontonan en mi mente fueron didáctica y entretenidamente explicadas por nuestra gran amiga con un soniquete ameno y divertido. Tras llamar a Stani y explicarle que “no nos podíamos ver esta noche porque había encontrado un parterre en el río excelente para emboscarme y salir cuando pasara el práctico de las tres horas y no quería irme de allí y que otro listo me quitara el sitio”, quedamos para vernos en la plaza de la Reina y buscar un sitio para cenar.
En ese momento se unieron al ya numeroso grupo, Stani y Mariló, Txema y Rosa. Tras varios fallidos intentos de encontrar un sito para once que nos dieran de cenar pasta, encontramos un coqueto lugar que con disciplina germánica regenta un dicharachero italiano. Cenamos bien, correcto, pasta y poco más excepto Alfonso que como al día siguiente tenía que conducir y no podría beber se concedió un homenaje, mientras nosotros le mirábamos con ojos rencorosos al vernos privados de libar tan excelsos caldos. Mi santa, Mariló y Rosa secundaron sin ningún escrúpulo a nuestro amigo mientras nosotros nos comíamos las uñas de envidia. Sobre las doce nos acostamos, no sin antes acordar poner el despertador a las seis y media de la mañana del día “D”.
Dormí intermitentemente, dos veces tuve que visitar el baño, para aliviar la presión de todo el líquido ingerido con la estupida pretensión de que la hidratación hiciera que al día siguiente corriera, sino más rápido, que no era el objetivo, si con más facilidad.
El despertador nos sorprendió con el alba y la primera mirada fue por la ventana para ver si Eolo se había despertado o seguía durmiendo como la noche anterior demostraba la bandera de las Torres de Serrano sobre las doce de la noche. Eolo, como nosotros, se había levantado temprano y disparó nuestros temores. Luego, como los bebes sanos, se adormiló tras el desayuno sólo dando algún que otro susto a sus papis de vez en cuando pero se portó como un señor y no nos molestó casi en ningún momento de la carrera. Luisa y yo desayunamos con la protectora compañía de mi santa y Susana. Lo habitual, excepto Luisa que no tuvo otra idea que comerse un “traidor” Kiwi que estuvo a punto de amargarle la mañana. Preparamos los bártulos y nos dispusimos a ir hacia el Carrefour donde estaba la salida. Allí, nos vimos Stani, Txema, Luisa, Derrapes que además de su primer maratón celebraba su treinta cumpleaños. Casi todo el mundo, menos yo, iba con el tiempo pegado al culo, así que dos carreritas, un abrazo para desearnos “suerte” y cada uno se fue a buscar su lugar en la salida.
Lo tenía claro, todavía no había cometido ningún error, como el año pasado, un cúmulo de equivocaciones que me llevó a jurar no volver. Un montón de frustraciones y sufrimientos a los que no le encontré ninguna razón para soportar. Todo iba bien. No iba a meter la pata de nuevo. Mi primer acierto, además de la correcta alimentación previa, hidratación, la presencia de mi santa que me llenaba de ánimos, fue no llevar reloj. Este año no lo he usado en ninguna carrera y no tener esa presión sobre ti, el correr por sensaciones es algo maravilloso y liberador. Busqué al práctico de las 3:30 y me coloqué lo más cerca que pude. Me metería en ese grupo y ya no volvería a pensar ni una vez más. Iría allí, disfrutando de la carrera, embebiéndome del paisaje, sopando el ambiente maravilloso del maratón. Pasamos y vi a mi santa, ¡qué gran alegría! intuía que iba a ser un gran día, saludé al grupo de espectadores de los que reconocí a parte de "mi nenica" a Alfonso, por supuesto y al marido de Pilar, una compañera de triatlón con la que estuve charlando el martes en la pista de atletismo. El grupo salío muy numeroso. La experiencia me decía que desgraciadamente tendríamos muchas bajas en el fragor de la carrera, pero que esta guerra es así, no puedes cogerle demasiado cariño a ningún compañero, pues su perdida te dolería y la posibilidad del pinchazo es tan alta que es lo más general. En este momento quiero romper una lanza por el práctico. Lo hicieron de maravilla, fue al principio ligerico pues querían recuperar lo perdido en los primeros diez kilómetros, pero sin tirones. Algunos se quejaban, pero nadie te obliga a ir en ese grupo, aléjate de él y ve a tu ritmo, ellos lo único que garantizan es una marca, que intentarán hacerlo lo más uniformemente posible, pero cada carrera es un mundo y un sinfín de circunstancias. Paré un par de veces a orinar y volví a coger a la peña con bastante facilidad. Al pasar por la plaza de toros saludé a Gema y Luisica, ambas triatletas e hijas de Luisa que la iban a acompañar unos diez kilómetros. Ver gente conocida en las aceras te motiva y te impulsa. Pasamos la media en algo más de una hora cuarenta y tres minutos. Llevábamos un colchón suficiente. Allí debería estar mi hermano, El Capitán Bajoca, no lo ví. Pensé que no podría haber llegado pues salía de Murcia esa misma mañana. Lo sentí, por él y por mí pues su compañía siempre es muy bien recibida y me haría un gran papel al final de la carrera, si todo salía con el guión previsto. Seguimos en el grupo comiéndonos los kilómetros y clareándose la calle cada vez más. Unos se quedaban otros se lanzaban, a mi entender temeraria y anticipadamente, a lograr su mejor marca.
En un momento dado algo me hizo levantar las orejas y ponerme avizor. Había dos prácticos y ahora sólo veía a uno. ¿Habrán pinchado y no iremos en el tiempo y por eso iba tan cómodo?. Me adelanto un poquico y pregunto a los “esclavos del reloj” que iban junto a nuestro “guía”. Confirmo que uno se ha retirado pero el otro nos lleva justo en el tiempo y compruebo que va bien, que no sufre. Me relajo y vuelvo a posiciones más retrasadas en donde el resto de los componentes de la grupeta me tapan el viento. Llegamos a la Malvarosa , paso el restaurante donde comimos el día anterior y el lugar donde hace unos años se disputó el Campeonato de Europa de Triatlón. En ese punto el año pasado me adelantól como un mercancías el grupo de las 3:15 y juré que nunca más volvería a correr ni en Valencia, ni una maratón. ¡Qué estúpido fui!. Nos acercábamos al kilómetro 32. Esperaba pasar el puerto y llegar al río para replantear la carrera. Allí me encontré con la primera alegría de la mañana. Junto al cartel del 32 una figura conocida se dibujaba contra el sol. El corazón se aceleró de súbito y un fuerte subidón de adrenalina se agolpó en mi sangre. Allí estaba el “Capitán Bajoca”. Después me enteré que se estaba poniendo vaselina en la media justo cuando pasaba el grupo y no le dio tiempo a incorporarse a él. Callejeó hasta adelantarnos y me esperó para atacar los últimos diez mil metros. Cuando llegué a él ya estaba quitándose la camiseta que le protegía del aire y me preguntó: “¿Qué hacemos?”. Estaba eufórico, sabía que podía ser un gran día. ¡A correr!, le ordené con la suficiencia del jefe de grupo. Se puso delante y empecé a exigirle ritmo. ¡Qué gran trabajo!. El último diez mil lo hicimos en 42 escasos minutos. Volamos sobre el puerto y el río. Ahora si estaba seguro de que la preparación era la adecuada. Roth está a nuestro alcance. En la entrada del estadio, mi hermano se despidió y seguí lanzado con zancada amplia y firme hacia meta. Escuché mi nombre cantado por el spiker en la llegada a línea y un 3:23:01 marcaba el reloj. Dejé en el 32 el grupo del 3:30 y le comí siete minutos. Al pasar por contrameta estaba mi santa junto con Alfonso, un fuerte grito de ánimo de ellos fue respondido con otro mío pues en ese momento afloró en mí la satisfacción, primero con la presencia de mi “santica” que sólo acude a las carreras de sus nenicos y de mi amigo Alfonso y sobre todo liberé toda la rabia que durante todo este año he llevado dentro por el gran fracaso del año pasado. Al ratico dentro del tiempo esperado llegó Stani, que la noche anterior tenía una carica de nervios que daba pena. El también lo ha conseguido y sabe que va muy bien para Roth. Luisa se cargó el reloj, entrando en cuatro horas. Txema en 2:50, una máquina y Derrapes entró al estadio acompañado con nuestro canto de “Cumpleaños Feliz”, cumplió con su objetivo de terminar la prueba el día de su cumpleaños. Fue un gran día en el que todos conseguimos lo que deseábamos.
La comida apoteósica. Mi santa, Luisa, Gema, Luisica, Alfonso, mi hermano “El Capitán Bajoca”, Juanma, su hermano y yo comimos en Pinedo, dos arroces de escándalo y una fiesta como merecía el día en el que atamos lazos de amistad y superamos los retos que nos propusimos. A las siete, tras dejar a la estudiante en su residencia, volvimos a casa. Engrasamos la armadura, abrevamos los caballos, afilamos las espadas y nos dimos el reposo que nos merecíamos.
Hoy dos mil metros de piscina. Genial, casi totalmente recuperado. El subidón de autoestima ha hecho que nadara con gracia, soltura y eficacia, o por lo menos eso me parecía a mí.
El viernes fue un día de “descanso total”, si exceptuamos el tute de compras que me dí en el Ikea.
El martes pasado, hice 75 minutos de farlek, 3´/3´ más quince minutos de rodaje por Coto Cuadros. Muy bien, con muy buenas sensaciones. Por la mañana mil quinientos metros en la piscina en unos treinta minutos. Creo que estoy progresando adecuadamente en el tema de la natación.
El miércoles por la mañana en la piscina dos mil trescientos metros en una hora diez minutos. Los días que tengo series los descansos entre ellas hace que los parciales totales salgan más lentos. Esta semana es la maratón y es bastante más suave de lo habitual.
El jueves otros mil quinientos metros de natación en treinta minutos y por la tarde un rodaje por la Mota del Río acompañado por el Capitán Bajoca. Doce kilómetros y sesenta minutos de duración. Comentamos los planes para Valencia, como iba a afrontar la prueba. Le confirmo que me “ensobraría" en el grupo de las 3:30 y esperaría acontecimientos, el objetivo es Roth y no hacer una gran marca. Quedamos para vernos en Valencia en la media maratón.
¡Bueno, querido diario!. Un gran fin de semana en el que hemos confirmado que estamos en el buen camino, grandes sensaciones y mucha, mucha alegría porque me he sentido arropado, primero por mi santa y también por mis amigos.
Os pongo una foto, en la que vamos volando por el río. Mi hermano es el del pelo largo, con una cinta recogiéndoselo con camiseta azul y roja que va detrás. En ese momento iba ya desbocado y el “pobretico” sufría para poder ponerse delante, taparme el viento y marcarme el ritmo. El chico de las mallas, por la expresión de su cara, debió pensar que se nos había hecho tarde para salir pues ese no era el ritmo de la gente que por allí andaba en ese momento.

7 Comments:

At 9:05 a. m., Anonymous Anónimo said...

Enorabuena Garbanzito!
Has logrado emocionarme con tu relato! Quizas tu proximo reto debería ser publicar un libro.
un saludo

 
At 9:25 a. m., Blogger Fran said...

Paco eres un monstruo. Animo campeón.

 
At 1:34 p. m., Blogger Mabel said...

Muy bien, Paco, muy bien. Tu IMpresionante ÍMpetu te hará ser IMvencible. Que no decaiga esa motivación¡

 
At 2:13 p. m., Blogger magopepo said...

Enhorabuena.

 
At 2:27 p. m., Blogger stani said...

Vaya un maquinón, con razón te quiere tanto tú santa. Estás para correr todos los domingos un maratón, que salud tienes....

 
At 12:11 p. m., Anonymous Anónimo said...

Ahora que ya pasó confieso: el maratón era la excusa para comer hasta reventar sin remordimientos los arroces de después...jejeje.

Ale, besicos
Juanma

 
At 6:08 p. m., Blogger stani said...

Garban, díle al Capitán Bajoca, que si pone esa cara de sufrimiento en la foto, como la pondrá en Roth con 5 zagalicas alemanas en el coche,jejje, palabras textuales de él en Lorca a un servidor allá por el km 12,

 

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