Y Probé a ser IMvencible

Triatlon.

sábado, septiembre 23, 2006

¡Las bicicletas son para el verano! o ¡Tras la lluvia solo salen los cazadores de caracoles¡
Esta noche ha caído una bien grande. Los rayos iluminaban el campo dando a los árboles el aspecto tenebroso que vemos en las películas de terror. Los truenos se han encargado de despertar a todas las marmotas que no lo hacían al refulgir de sus primos. El perro arañaba la puerta, pidiendo con lloriqueos que le abriésemos la puerta. Una noche para recordar durante unos días. Yo sólo pensaba en que dejara de llover. Como no tengo ni huerta ni campo de golf pues la lluvia no me venía tan bien como a ellos. Sobre las cinco de la mañana dejó de caer agua. Sólo me tocaba esperar acontecimientos para ver si podía salir con la bici. A las siete me he levantado. Estaba oscuro de cojones y ya he perdido el punto que tenía para discernir el tiempo que iba a hacer de mi etapa en la que fui glorioso miembro del Instituto Nacional de Meteorología, categoría, observador en Meteorología. Tenía la habilidad de adivinar hasta la temperatura que hacía sin levantarme de la cama y tener que ir a la garita del termómetro y demás aparatos que estaba casi a un kilómetro, por supuesto a pata. Total que como no estaba seguro me he esperado un poco. Con la claridad, sobre las ocho ya he decidido que iba a salir. A las nueve en punto estaba en la carretera para hacer los 100 km. que tenía de tarea. Nada más salir las primeras gotas que me caen. Dudo si volverme a casa, total no he hecho más de 500 mts. Si uno no quiere entrenar siempre hay excusas para no hacerlo, así que dejo pasar esta ocasión y sigo camino de Totana. Al final no llovío y como estamos en el centro de las bajas presiones no hace ni chispa de viento, ¡qué felicidad que el viento ni ayude, ni perjudique!. Se nota que se ha acabado el verano. Aunque es temprano en la carretera hay más coches que apenas hace una semana. Entre el barrillo que tira mi bici y el agua que me salpican los coches voy hecho un cristo. Me recuerdo a mí mismo como en una etapa de la Paris Rubaix o como se escriba. El espíritu épico que toma la salida me da más ánimos para continuar. Empiezo a darme cuenta que normalmente me cruzo por esta ruta que nos llevaría hasta lo alto del Morrón de Totana, la cima más alta de por los alrededores, situada en Sierra Espuña, a cientos de corredores. Unos en una dirección, otros de vuelta, en grupos, en dúos, como yo, a solanas, muy pocos. Pienso, que tipos más extraños estos ciclistas. No tienen el concepto de entrenamiento muy claro. Si llueve no se sale. Si no llueve se sale en un grupo, cuanto más grande mejor, cuyo único objetivo es ir dejando componentes del mismo por el camino hasta, si es posible, llegar uno sólo al punto de destino. Ellos o corren hasta dejarse las patas en la bici o no salen, salir “pa” mejorar es tontería. Cinco ciclistas me he encontrado, tres en sentido contrario y dos en el mío. Todo iba perfecto. Esta ruta tiene de bueno que transcurre, una vez llegado a Sangonera la Verde, por los caminos del trasvase entre huertos de limoneros, chaletes de a noventa millones y campos en barbecho que pronto serán casas. No hay prácticamente tránsito de cuatro ruedas y el que se atreve a ir por aquellos lares sabe, excepto algún capullo que los hay en todos sitios, que encontrará ciclistas a punta pala y los respeta. Pues nadie excepto ese espécimen de ser humano que pertenece a la tribu de los cazadores de caracoles he encontrado en la carretera. Varias decenas de personas tenían aparcado el coche en la cuneta y con bolsas que pacientemente estaban llenando de los bichitos. Como siempre algo tenía que venir a importunarme. Llegando a Totana, punto de regreso, me pita un coche que iba en dirección contraria. Me pregunto, ¿ a quién conozco yo por aquí?. Enseguida me doy cuenta. La rueda de atrás hace algo raro…. Me paro y compruebo que está algo desinflada… Como soy un optimista digo, pues vendré así todo el camino, como soy un globero… Le doy aire y a los treinta metros noto que esta vez ya no está desinflada es que la llanta roza con el suelo. ¡Voy a pasar mi primer examen de globero!. El cambio de rueda. Lo hago con presteza y diligencia. Pasan los dos únicos ciclistas que me he encontrado en sentido favorable, me preguntan si necesito algo, les digo que todo está en orden y siguen. Me pongo la rueda y cuando ya me duelen las manos de tanto darle a la bomba y de que aquello no se termine de hinchar nunca, reemprendo la marcha. Mi idea era coger a los nenicos y ver si podíamos volver juntos. Los alcanzo unos diez kilómetros después, justo saliendo de Librilla. ¡Lechugas, justo a allí se separan!. Uno sigue en mi dirección, intenta ponerse a rueda y no dura en ella ni cinco metros. ¡Sólo encuentro gente más globera que yo!. Volví rapidico, tampoco como en la contrareloj de Cancelara, pero no he vuelto mal.
Ríos, el mecánico, me ha enseñado una cosa que no sabía. La verdad que eso es fácil pues no se casi ná. Resulta que si llevo la cadena algo cruzada de platos y piñones el desviador roza. Pues mira tu por donde, si le das un leve toque al freno hace un pequeño clic, que yo creía que era que estaba mal el cambio y ya no roza. Con el freno otro clic y tampoco roza cuando está en el otro plato… ¡Pá que veáis lo que es la técnica y el saber!. No os riáis, sí lo se, soy un gran e impenitente globero. 3:30 para cien kilómetros con cambio de rueda y tóoooo.
Mañana saldré con la peña, me apetece poder charlar con alguien en la bici, aunque tendré que volver pronto para llegar a la boda…. Hasta mañana, querido diario