Y comenzó el día más largo, el más duro, el más feliz y en el que sentí que realmente me quieren
Tras unos metros de adaptación al medio comienzo a nadar a un ritmo adecuado a mis posibilidades. La sensación de que avanzas me da seguridad. Pasan los árboles, pasan los espectadores te das cuenta que cada brazada es eficaz, cosa que el mar por falta de referencias no tienes. En un momento dado, sólo respiro por el lado derecho justo por donde está la orilla veo a mi hermano que me sigue cámara en ristre canal arriba, saco la mano y lo saludo, me alegró un montón, era uno de los momentos donde necesitaba el apoyo la confianza de los míos, saco la mano y lo saludo para confirmarle que sí, que era yo “el manta al que seguía”. La ida hacia el puente se me hizo hasta corta, lo cierto era que sólo eran 1400 mts. fui adelantando algunos gorros de la salida anterior, eso me dio aún más confianza y me ocupó la cabeza en pensar, como se puede ser tan poco objetivo en elegir la salida nadando tan mal… Iban a braza, espalda… Yo chano, chano avanzaba hacia el puente hasta que encontré la boya azul. Ya me había dado cuenta que cada doscientos metros había un punto de referencia blanco numerado y eso me daba referencia de cuanto me faltaba. Crucé los ochenta metros que tiene el canal de ancho para irme a la otra orilla y comenzar el regreso. Esta vez el puente no apareció tan pronto. Se empezaba a notar el tedio de nadar, no el cansancio, solo las ganas de finalizar este segmento. Se hizo largo pero el puente llegó. Lo sobrepasé y comencé el peor tramo, el buscar la boya para regresar de nuevo y poder salir. Por la mañana había visto poner las boya y creí que estaban justo pasado el puente. Me fui cruzando y cuando alcancé la mitad del canal y quería cruzar un piragüista se abalanzó sobre mí dando gritos y haciendo aspavientos. La soledad y el silencio que reinaba en mi interior se rompió en mil pedazos. Entendí rápidamente que estaba intentado que no me “colara” antes de llegar al final. Le pedí perdón en español y por lo visto me entendió. Ya más calmado el piragüista me indicó “¡La boya azul, debes llegar a la boya azul!”. La puta boya no se veía. La tapaban el resto de boyas que faltaban hasta ella. Ese fue el tramo más duro de la natación. Me había hecho a la idea de regresar y se me hizo interminable. Cuando alcancé el punto más alejado del recorrido me tiré de nuevo hacia la orilla. Allí algo mareado me fui pegando tanto a ella que en un momento dado le dí una patada a una piedra pues cubría medio metro escaso. Noté enseguida el escozor de un herida. ¡Me cago en la leche!. Como sea profunda igual no me deja correr. No sin esfuerzo alcanzo el final. Dos fornidos voluntarios me agarran de la mano y de un empujón me llevan a tierra firme. Subo las escaleras, levanto las manos en señal de victoria e intento dar un paso, vacilo, parece que fuera borracho, una sensación no desconocida por mí…jajajaja. Encaro la alfombra verde, llego a mi bolsa y como buen españolito competitivo hago un repaso general para ver si estaban las de mis compañeros y hacer una estimación de cuantas quedaban. Según la clasificación llegue´el 1957 de 2021 que finalizaron. En la carpa un señor ya mayor comenzó a ayudarme a quitarme el neopreno, sin su ayuda aún estaría tirando de él. Después una señora que sabía lo que llevaba entre manos cogió mi bolsa y la vació completamente en el suelo y comenzó a señalarme que quería y que no. Todo lo de lluvia o abrigo volvió a la bolsa. Los sanwiches se habían mojado y buscó papel para volverlos a liar y me hizo el atillo de bici con gran rapidez y eficiencia. En esto llegó mi amigo Manolo a la T1, comentamos como nos había ido y estuvimos unos breves instantes charlando, no tenía excesiva prisa en salir. Cuando creo que ya me he recuperado, nueve minutos después tomo las de villa diego, me despido de mi compañero y corro a por mi “chinita”. Al verme salir de la carpa mi hijo comienza a gritar y animarme, parecía estar loco, la gente lo miraba, sólo los que conocían mi historia sabían cuan importante era para nosotros llegar a coger la bicicleta. Un saludo, una confirmación de que todo había ido estupendamente y a montar en la bici. Los primeros kilómetros se me hacen difíciles, no consigo coger un ritmo, continuamente estoy subiendo y bajando piñones. Debo decir que quien diga que el circuito es llano miente. Es un circuito que aquí lo llamaríamos pestoso, sólo subir y bajar. Lo que ocurre es que estos alemanes son muy listos. Nos hacen subir por rampas durísimas pero muy cortas que luego descienden lentamente durante varios kilómetros lo que hacen que al final la media sea muy alta. En medio de un bosque, en lo alto de una cuesta me encuentro a los primeros españoles en la cuneta. Llevaban unas camisetas rojas y les comento lo lejos que se han puesto, me animan y me insuflan nuevos estímulos para pedalear. Voy cogiendo gente y pasándola. Desde que salí del agua sólo hago pasar participantes hasta llegar a meta, sólo soy sobrepasado por los relevos pero ni uno solo de los individuales logra alcanzarme. Las subidas llenas de gente, los pueblos con espectadores animosos que te gritan ¡Go, go, go! Te persiguen. En el pueblo donde esta la desviación para ir a meta, siguiendo a una moto me equivoco y me dirijo a ella. El spiker dice mi nombre y nacionalidad y comenta que tengo unas ganas locas por llegar a casa. Freno y una decena de personas se abalanzan sobre mí para ayudarme a dar la vuelta y coger el camino bueno. Les indico que no me toquen y doy las gracias lo mejor que puedo en mi inglés macarrónico. Sigo pasando gente, me alimento cada treinta kilómetros, primero los sanwichs, luego las barritas y al final lo geles. Cojo agua en cada avituallamiento. Cuando se acaba el Vitargo me proveo del isotónico de la organización pero está más malo que una mierda. Casi al final de la primera vuelta después de la subida la observatorio, hay otra ascensión como todas dura pero corta. Llego a lo alto y comienzo el descenso, voy bajando coronas y ¡Zas!, se sale la cadena y se engancha entre el tirante trasero de la bici y el piñón del 12. Le metí un zamarrazo que pudo haber roto la cadena, la suerte estuvo de mi parte pues también podía haberme caído a 66 por hora que iba en ese momento. Encuentro una pequeña explanada a la derecha y me tiro como puedo a ella. Dos policías se vienen hacia mí con la intención de darme ayuda. Les grito, que no, que gracias, que me dejen… Al principio no lo entienden, al final me dejan tranquilo y sólo miran. Cuesta sacar la cadena de donde se había metido. No puedo sacar la rueda pues la misma cadena aprieta contra el pasador y eso estaba duro de cojones. Con un trapo que me dan los guardias tiro del pasador y logro sacar la rueda. Lo arreglo y comienzo a maldecir mi mala suerte. Intuyo que cada vez que baje piñones el desviador trasero me escupirá la cadena y en un momento puedo romperla, sería el fin. Sigo el descenso con la moral tocada. Empiezo a cambiar y algún tornillo se debía haber aflojado comienzan a saltar los piñones, entran dos, baja uno, parecía un carrusell. Decido comer otro sanwich y llega, sin darme cuenta la subida a Soler… Es otro mundo, llevaba el pan hecho chicle en la boca y la cuesta puñetera me impedía comer y respirar, llego como puedo. Es emocionantísimo, te crees el ser más importante del planeta. Me encuentro a mi hijo y a mi hermano y en ese momento cometí el mayor error de mi vida. Lo estuve rumiando toda la carrera, me arrepentiré mientras viva… Les dije, ¡Llevo el cambio roto!. La cara les cambió, toda la alegría de verme llegar se transmutó en un segundo en tristeza, seriedad, incertidumbre… No tenía que haberles dicho nada, pero es que necesitaba compartir mi desesperación con alguien, pero no debía haber sido con ellos. Después me di cuenta que ahora estarían tres horas sufriendo, lloré muchos kilómetros por ello, esperando que volviera a pasar, con la incertidumbre de si me retiraría, si me pasaría algo… Efectivamente, les dí el día y fueron las tres horas más largas de su vida hasta que mi hijo me vió llegar de nuevo a lo lejos… Pero eso se contará en su momento. Mi preocupación en ese momento era recuperar mi puesto en carrera, debía volver a adelantar a todos aquellos que antes había pasado pero que cuando tuve la avería volvieron a sobrepasarme ellos. Cuarenta kilómetros después volvía adelantar al ciclista que llevaba delante en el momento que se me rompió el cambio. Antes se me había vuelto a salir la cadena y entonces me di cuenta del truco. No volvería a meter el 12 en toda la prueba pues en ese momento el desviador me la sacaba fuera. Cada nuevo kilómetro me hacía que un corona no entrara, primero fue el doce, luego el 25 y así sucesivamente, algo se estaba aflojando pero yo no sabía que era y tampoco sabía arreglarlo. De nuevo en Soler… Mi hijo se había ido a esperarme a otro punto pero yo que ya iba como un cohete pasé antes de lo previsto, estuvo esperándome y no llegaba, temían lo peor, mi abandono. Mi hermano que me conoce bien, le consolaba diciéndole que yo era un tipo leal, si abandonaba ellos serían los primeros en saberlo pues les llamaría inmediatamente y si no había llamado es que seguía en carrera. Mi crío descubrió mi maillot al comienzo de la subida y su ánimo se vino arriba igual que yo se lo había bajado tres horas antes… corrió tras mía toda la subida dándome ánimos y preguntando. Ya había espiado mis culpas y sabía que es lo que tenía que decir, le transmití tranquilidad. Nos os preocupeis, va roto pero todo va bien, terminaré y además no lo haré mal, los tranquilicé. Ya no quedaba nada para coger el desvio hacia meta. Fueron los cinco kilómetros más duros de mi vida. La subida al “Albaterolo” fue un juego de crios comparado con lo que sufrí en los cinco kilómetros de acceso a Roth. Las plantas de los pies me hervían. Qué dolor tan intenso, cuanto penar… La T2 se ve al fondo. No iría a más de 12 por hora. Dios es sabio y justo y me quitó el penar en cuanto me cogieron la bicicleta los voluntarios. Como pude me dirigí a la carpa. Al llegar dos gritos verduleros fueron los que se me escaparon cuando vi a Román que se iba a correr. Le digo que se ponga a correr y que sea positivo. Qué su madre espera mucho de él…jajajaja. Me siento, una voluntaria intenta ayudarme y le doy las gracias como puedo pero declino su ofrecimiento. Necesitaba tomarme un tiempo para masajear los pies y cambiarme con tranquilidad quería salir a correr sin prisas, pero seguro de que a partir de ese momento ya nunca más volvería a parar hasta meta. Una vez cambiado fui a los urinarios y de allí a los puestos de avituallamiento. ¿Todo listo?. ¡A correr!. Enseguida veo a Mariló, la novia de Stani y a su padre, pregunto por él y me dicen que no lo habían visto. Me preocupo un poco. A los pocos kilómetros me cruzo con Txema, va muy fresco, nos animamos. Espero encontrar pronto a Stani en sentido contrario. Pasan los kilómetros y no lo veo, empiezo a preocuparme ya más seriamente por mi amigo. Desde que comencé a correr no hago más que pasar triatletas y triatletas, se que voy bien y que este iba a ser mi día. Por fín sobre la presa del canal me cruzo con Stani, le veo bien, nos animamos, me tranquilizo sigo corriendo. Al regreso para llegar al km 21 el panorama comienza a ser bien diferente. Aquello parece el infierno, gente y más gente andando, vomitando, sonámbulos. El público magnífico animando y prestándote todas las atenciones del mundo. Avituallamientos abundantes y surtidos con voluntarios que se deshacen en atenciones por el participante, En el 21 está mi hermano, me anima, me hace unas fotos y me entrega la botella de vitargo que le había dejado por la madrugada. Comenzaba la parte más dura, esperando al hombre del mazo. El recorrido es precioso. Bosques y pueblecitos que se vuelcan con la carrera, en donde corean tu nombre y te animan sin cesar. Música de ambiente y gente por doquier. En el regreso hacia el km. 30 de nuevo me cruzo con Stani, tiene buena cara todo irá bien, le he recortado tiempo pero sé que no voy a cogerlo, tampoco es lo que yo deseo, se merece llegar antes que yo, pero no mucho…. Me cruzo con Román, en el cinco lo vi andando y le grité que esa no era la actitud, que debía correr hasta el treinta, era por decirle algo, para que no se viniera abajo. Yo iría por el 32 y Román por el 25 me pregunta donde se da la vuelta, le digo que ¡qué más da! Donde ellos digan, hay que llegar de todas formas. Le grito que va muy bien y que así es la actitud de los campeones. A Manolo no lo he visto en toda la carrera a pie, intuyo que como nos había comentado se retiraría al dejar la bici… Sigo pasando y pasando gente andando. A esas altura ya muy pocos corrían, si acaso un ligero trotecillo… De nuevo llego al nudo y esta vez me dirijo hacia la Meta. Comienzo a escuchar al spiker y se que estoy llegando, voy muy fresco, ni un solo dolor, nada que me molestara en toda la carrera. Ha sido un año durísimo pero hoy he encontrado mi recompensa y también la de los míos, la de todos aquellos a los que he sacrificado con mi ilusión, a los que he preocupado, a los que me han atendido, mi mujer, mis hijos, mi familia y mi entrenador que han hecho el Ironman conmigo. A la entrada del estadio están mi hijo y mi hermano. Me paro, me dicen que siga, que el reloj corre, les contesto que eso es secundario que quería estar con ellos unos minutos saboreando el triunfo la satisfacción de ser finisher. La certeza de que los métodos de entrenamiento eran los correctos, la satisfacción de corroborar que estábamos en el camino de lo cierto. Cojo la bandera de mi región, mi tierra que me ha dado la vida, el lugar donde soy feliz, me fotografío, me abrazo y beso a mis nenicos, Pacorro y al Capitán Bajoca. Con la bandera a mis espaldas me encamino hacia la meta. Henchido de gozo, lleno de júbilo. La cabeza arde de pensamientos para todos aquellos que han creido en mí y me han ayudado, sobre todo mi mujer y mis hijos, mi hermana, mis hermanos, mi entrenador, mis amigos. Acorto el paso, me da igual que el reloj corra, no quiero que se termine mi sueño, cuando pase el arco habré cerrado unos de los capítulos personales más satisfactorios de mi vida, no me queda más remedio que entrar y cerrar un libro hermoso, de esos que no quieres que acaben pero que estás deseoso de llegar al final para saber quien es el asesino… Tras la línea de meta está mi amigo Stani, lo conocí hace once meses pero parece que fueron once años, cuantas horas. Espero que esa amistad dure eternamente, tanto como nuestras almas. Me abrazo con, nos miramos, poco hay que decir, ambos lo sabemos, lo hemos hablado muchas y muchas veces. Le doy dos besos a Mariló que no se como se había metido en la línea de meta, los de Monteagudo lo consiguen todo, nos hacemos fotos y como estaba previsto, sin ninguna palabra más nos fuimos donde ambos sabíamos, al mostrador de las cervezas, tres cayeron en un santiamén…
¡Qué pena, no quería que terminara, he disfrutado y sufrido tanto que estaba enganchado a esto!
No he visto la luz blanca como algunos intentos de mitificar la prueba nos quieren hacer creer, pero si me he visto en mi interior y se que puedo hacer todo aquello que me proponga. Ahora soy un hombre de hierro y como tal me tengo que comportar.
En otros capítulos intentaré hacer un valoración personal de la prueba, de lo bueno y malo, pero esta historia se ha acabado, pocas entradas más quedan…
A todos aquellos que me han seguido, escrito, leído… a todos gracias y haceros partícipes de mi satisfacción y de mi triunfo. Un saludo a los simpáticos malagueños con los que convivimos en el hotel de Furh. Un abrazo y hasta siempre.
El sueño de ser finisher ha muerto, ¡Viva el sueño!
Os dejo unas coplas de una comparsa del carnaval de Cádiz que resumen un poco mi estado de ánimo:
No me des más de lo que me merezca
Si hace falta quitame
Pero no me quites nunca las ganitas de volver
Y volver a repetirte Princesita de mis sueños
Que siempre te querré, que siempre te querré
Y una composición del Archenero Vicente Mediana que resume lo que somos los murcianos, topónimo que con tanto orgullo llevo;
Cansera
¿Pa qué quiés que vaya? Pa ver cuatro espigas arroyás y pegás a la tierra; pa ver los sarmientos rüines y mustios y esnüas las cepas, sin un grano d'uva, ni tampoco siquiá sombra de ella... Pa ver el barranco,pa ver la laera,sin una matuja... ¡Pa ver que se embisten,de pelás, las peñas!...Anda tú, si quieres,que a mí no me quea ni un soplo d'aliento,ni una onza de fuerza,ni ganas de verme,ni de que me mienten, siquiá la cosecha...Anda tú, si quieres, que yo pué que nunca pise más la senda,ni pué que la pase, si no es que entre cuatro,ya muerto, me llevan...Anda tú, si quieres...No he d'ir, por mi gusto, si en crus me lo ruegas,por esa sendica por ande se fueron,pa no volver nunca, tantas cosas buenas...esperanzas, quereres, suöres...¡To se fue por ella!Por esa sendica se marchó aquel hijo que murió en la guerra...Por esa sendica se fué la alegría...¡Por esa sendica vinieron las penas!...No te canses, que no me remuevo;anda tú, si quieres, y éjame que duerma,¡a ver si es pa siempre!... ¡Si no me espertara!...¡Tengo una cansera!...
Vicente Medina